Para estarse en el otoño y no morir en el intento, hay que hacerse el ajuar del frío y la lluvia. De lana y de palabras se hace, de mates y de charlas, de sueños y dolores, temores y algunos espantos, de amor en lo posible. Hace falta el fuego. Dicho o escrito, se puede volver. A las montañas murallas, a caminar entre susurros verdes, a serpentear arroyos trasnochados, a luchar con la sensación cautivante de habitar en un bello asfixiante castillo gótico, llámese Otranto, Cumbres Borrascosas, Almahue, cordillera, o Patagonia. Lo del otoño del alma es otro tema.
de la colección Diminutas Soledades
Belleza de micro relato que nos hace vivir este particular Otoño…y Foto maravillosa de Miss Corvan
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