La niña encuentra al escritor ciego sentado en el café, esperando el avión hacia algún lugar. En sueños, volverá una y otra vez a ese instante. Allí le fueron otorgados el mapa, la brújula y la tinta. Nadie supo lo ocurrido, excepto ellos. La secreta ceremonia se extiende en el tiempo. Cada tanto, entre uno y otro cigarrito, entre meditaciones, ficciones y lecturas, la mujer que cambió tigre por loba, vislumbra elementos del mapa. A veces prefiere ignorar los símbolos. Otras, los enumera hasta el infinito, casi como mantra. Otras, agradece al maestro los dones: escribe, ama, crece.
